En los últimos días pareciera que la humanidad estuviese envuelta en una gran maldición, pues al mismo tiempo varios fenómenos amenazan con destruirla: el planeta se arruina, los recursos se acaban, hay una grave crisis económica, y ahora varios fenómenos y pestes la tienen encerrada. Últimamente, todo el mundo se pregunta, por qué pasa todo esto?
No fue precisamente el destino quién llevo a que todos estos hechos se desataran, ha sido el mismo hombre quien ha fomentado un grave ambiente en su entorno, ha sido su codicia desmedida quién a provocado daños al lugar del cual depende y a los medios de los cuales se sustenta. Ha seguido un absurdo sistema que promueve los intereses particulares sin importar por donde o sobre quien pasa. Ha sido decepcionante su manera de actuar, el propio mundo es testigo de ello.
Como seres humanos pensamos que somos superiores a las demás especies, que tenemos control sobre ellas, sobre el mundo, que tenemos un control sobre lo que pensamos y hacemos, nos encanta pensar que tenemos el control de todo, pero en realidad es la codicia la que tienen un control sobre nosotros mismos; pocas son las veces que nos detenemos a pensar si realmente esta bien lo que hacemos. Un desmedido gobierno elegido “democráticamente” en su afán de dominar termina descuidando todo el sistema que lo eligió, termina destruyendo sueños, hogares, empleos, sin querer, puede ser, pero siempre cegado por su mordaz apetito de tener un control. Así mismo actúan otros cientos de millones de personas, agotando desmedidamente todas las posibilidades de subsistir.
Ahora una gripe desmorona a la humanidad en pánico, nuevamente, empeorando la situación económica del mundo, especialmente de los mexicanos quienes se ven afectados por la interrupción casi total de su comercio. Es triste imaginar a aquellas familias mexicanas afectadas por la crisis, que trataban de subsistir de cualquier cosa que pudiesen conseguir en el día y que ahora ni siquiera tienen a quién pedirle nada, pues su región se ha convertido en toda una ciudad fantasma, perturbada por todos los males, que se oculta a la espera de soluciones globales. Aunque hasta el momento los otros países solo piensen en ellos para saber como alejarlos y como no contagiarse; ellos seguirán esperando, pues al fin y al cabo, no tienen otra salida, muchos ya les cerraron sus fronteras y sólo uno pensó racionalmente en no hacerlo. Quizás este último, proveniente de personas que fueron (y probablemente aun lo son) consideradas inferiores, sea quién haga la diferencia y se preocupe más por cambiar la esencia del pensamiento y del actuar – la combinación más segura para dar solución a todos los desarreglos mundiales - que por seguir contribuyendo a esparcir la madre de todos los males.